No podía dejar de sonreír. Acababa de
descubrir una nueva forma de vivir. Ahora no sólo imaginaba miles de vidas e
historias, sino que podía leerlas, escribirlas y reconocerse en ellas. Equipada
con sus gafas nuevas y una cantimplora como si de una exploradora se tratara,
pretendía adentrarse entre los libros como si fuera un capitán de acero, luchar contra sus miedos y descubrir sus intensos sentimientos. Todos
esos libros le hacían sentirse viva. Soltó la mano de su madre y corrió hacia
las escaleras de la biblioteca. Sentía que todo brillaba. No tenía que volver a
usar su lupa de plata de juguete y simular que lee, ahora leía de verdad.
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