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SSSSSSSS

lunes, 3 de noviembre de 2014

Ella rompió a llorar y abrazó aquel cuerpo semidesnudo y a aquella alma rota por el dolor.

Había resultado una historia corta y absurda. Una historia llena de incoherencias, frustraciones y desacuerdos, pero ella se había sentido tan completa, tan llena de vida, había sentido tanto placer que las piezas del puzle no sólo no habían encajado, sino que se habían quedado tiradas encima de una mesa abandonada, esperando ser redescubiertas.

Se preguntaba por qué la gente ponía etiquetas a las emociones. Antes ni tan siquiera se había parado a pensar en ello. No le molestaban, pero no le parecían justas. No se identificaba con el grupo y la sociedad la había hecho miembro honorífico. En cualquiera de los casos, todavía estaba mareada por el huracán que la había arrollado, le había dado cientos de vueltas hasta perder el horizonte y ahora que se sentía cómoda en el centro del caos, la había abandonado. El huracán llamado Raquel la había utilizado y ella se sentía como el primer regalo que se abre en Navidad, que se desenvuelve con toda la ilusión que un corazón es capaz de albergar, pero que queda escondido bajo el árbol tras descubrir que hay más.

Aún con nauseas, Laura pensaba con amargura en la discusión que había hecho que dejaran de verse. Raquel parecía muy seguro de cuanto decía y no dar señales de vida durante tanto tiempo reafirmaba la frase espetada antes del portazo que cerraba el acto: conocerte ha sido como comer basura y ya tengo indigestión.


Sonó el timbre insistente. Laura abrió con ira con la intención de acallar el estúpido sonido que le estaba perforando el cráneo. Raquel estaba llorando a mares y el rímel dibujaba figuras de tristeza en su cara. Laura solo pudo abrir los brazos para recibir su cuerpo. Todas las palabras que había imaginado decirle salieron corriendo como si fueran ratones huyendo de la luz encendida a traición.

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