Allí estaba ella, derrumbada, rota y
deshecha de dolor. Tumbada en la arena parecía más vulnerable de lo que
pensaba. Ella parecía fuerte, capaz de destruir cualquier cosa que se
interpusiera en sus planes. Estaba fría como el acero. Sus ojos pedían perdón
por no haber sido capaz de aceptarse, por no haberse conocido. De repente, se
quitó sus alhajas de plata y se lanzó al mar. Intenté alcanzarla, me miró y
tuve que parar. Necesitaba estar sola y decidí abandonarla para siempre. Le dejé
continuar, crecer y entender el significado de la vida sola, sin mi y yo sin
ella.
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)




%2B13.15.25.png)
0 comentarios :
Publicar un comentario